Maneje de regreso por la ruta 5 y tomé el desvío hacia
Cucao, bordeando el lago Huillinco, localidad donde hice una parada, y luego el
lago Cucao.
El camino era hermoso con las lomas típicas de la isla, pero
bordeado de una exuberante vegetación de nalcas y helechos gigantes y bien verdes.
Lloviznaba bastante a mi llegada, así que bordié toda la
costantera del lago y atravesé el puente avanzando unos kilómetros mas hasta
llegar a la bahía.
El inmenso Océano Pacífico con kilómetros de arena desolada
estaba ahí…Realmente la soledad del lugar y el fuerte ruido de las olas que
golpeaban las orillas me impresionó. Miré a ambos lados y estaba completamente
sola. Ya estaba oscureciendo y con la llovizna se formaba una bruma que
entorpecía la visión. Había manejado unos 5 o 6 solitarios kilómetros hasta
llegar a ese lugar, y la inmensidad del océano descampado me hacía sentir
diminuta e indefensa.
Di vuelta la cabeza y miré a La Charrúa que había quedado
estacionada en la arena, en el medio de la nada, y resolví regresar al poblado.
Ya era tarde y necesitaba encontrar un lugar seguro para
pasar la noche. Pregunté a varias personas pero nadie supo indicarme un lugar.
En Cucao no hay carabineros, ni bomberos, ni hospitales, ni
nada que se le parezca, sólo una posta de atención que funciona una o dos veces
cada 15 días.
En el mismo lugar hay una especie de rectángulo pequeño, con
algún banco, queriendo parecer una plazoleta, asi que como era lo que más se
asemejaba a un “centro” decidí estacionar allí.
Llovía, ya había oscurecido y no andaba nadie en la calle.
Sólo se escuchaba el ruido de las olas que golpeaban a lo lejos la costa, así
que tranque la charrúa y traté de dormirme esperando que no pasara nada.
Se supone que las ciudades grandes son las peligrosas,
porque hay gente de todo tipo en ellas, se supone que en un poblado como Cucao
(más aún fuera de temporada), no hay nadie a quien temerle. Pero eso es lo
raro! Quizás el tema era estar sola y que no hubiera ninguna persona por allí a
quien recurrir si necesitaba ayuda.
Pensando todo eso y con el repiquetear de las gotas de
lluvia en las chapas de la charrúa me quedé dormida.
Al otro día amanecí rodeada de caballos que comían pasto al
costado de la charrúa.
Tomé el desayuno y fui al Parque Nacional Chiloé, ubicado
frente al océano Pacífico. Tiene una vegetacion siempreverde ya que caen
precipitaciones entre 2200 y 3000 mm anuales, y su fauna es singular y ha
evolucionado por su característica insular.
El origen de Cucao es un antiguo pueblo de indios que ya en
1734 contaba con una capilla de los misioneros jesuitas.
Y hasta Cucao también llegó Darwin en 1834, viajando expresamente
desde Ancud para conocer estas tierras.
Tenía muchas ganas de hacer alguno de los senderos de
trecking que ofrece el parque, pero continuaba lloviendo y desistí a caminar
entre los árboles mojados y toda embarrada.
Así que di un último recorrido y me despedí de Chiloé.
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