Piriápolis, la ciudad en la que viví parte
de mi adolescencia, nos esperaba junto a mi familia y algunos amigos que se
acercaron a apoyarnos y desearnos suerte en el camino.
Es una ciudad que se destaca por la belleza
de sus playas, rodeada de cerros como el San Antonio, al cual se puede ascender
en vehículo o aerosilla para disfrutar de la vista panorámica de la ciudad, el
puerto y el rio de la plata que en esta zona luce verde y transparente por la
cercanía con el océano Atlántico.
Fundada por Francisco Piria, un alquimista
visionario que se enamoró del lugar, y lo destaco por su energía, motivo por el
cual se instaló construyendo un castillo, un hotel y un sin fín de
construcciones que prepararon el lugar para sus visitantes.
La actividad se realizó en el gimnasio
Ateneo, a las 11 de la mañana.
Si bien el clima no ayudo, se acercaron
varias personas enteradas del evento a través de la radio y decidieron sumarse
a la causa. Así conocimos a Ana, operada hacia 4 meses y aun en rehabilitación.
Nos emocionamos muchísimo cuando ella nos relataba su historia y nos contaba
que al escuchar que estaríamos allí, se dijo a si misma que no podía faltar, ya
que quería aporta su granito de arena para que otras mujeres no pasen por eso.
También se acercó Claudia Sosa, una policía
comunitaria, que superó ampliamente su labor profesional, colaborando con
nosotras y hasta sumándose a la clase de gimnasia.
Mi madre, nos acompañó desde el primer
momento, ayudándonos a promover la actividad y a reunir gente.
Nos quedamos el fin de semana entero
disfrutando del hogar y la familia antes de continuar con la ruta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario