El 29/11 amanecí en la YPF de la
ciudad de Río Grande, y después de darme un baño, retomé la ruta 3.
El paisaje de la isla es
deslumbrante. Los primeros kilómetros en dirección al sur con grandes
extensiones de tierra con pastos verdes, montañas de mediana altura y grandes
poblaciones de corderos patagónicos.
La ruta 3 bordea la costa
atlántica sur, que se encontraba en calma y con un sol radiante en el momento
de mi paso.
A medida que me iba acercando al
poblado de Tolhuin, comenzaron a aparecer los bosques y a divisarse a lo lejos
algunos picos nevados.
Tolhuin: Gracias a la
recomendación de un viajero que encontré en el camino, decidí parar en este
pequeño pueblito que está asentado en la cabecera del lago Fagnano. Y
afortunadamente lo hice! Ya que me fui enamorada de la sensillez y belleza
natural del lugar.
Tolhuin proviene de la voz
Selk-nam “Tol-wen”, que significa “corazón”. El poblado se emplaza en la
cabecera del lago Kami (Fagnano), enmarcada por bellos paisajes de bosque
andino patagónico y lagos de origen glaciar.
Sus calles son de pedregullo y
muy tranquilas. Las casas en su mayoría de madera, poseen una magnífica vista
de las montañas nevadas, los bosques y el lago.
Después de visitar el espacio
creado en homenaje al doctor René Favaloro, bajé unas 15 cuadras hasta llegar a
orillas del inmenso lago.
Allí se encuentra el Museo
Histórico Kami, emplazado en una casa construída en 1922, donde funcionó el
primer destacamento Policial, entre otras cosas que le siguieron.
A diferencia de lo que comúnmente
conocemos como museos, me encontré con un sitio donde se lleva adelante un
programa de rescate de la historia oral del Corazón de la isla, a través de
charlas y entrevistas con antiguos pobladores y descendientes de los Selk-nam.
Realmente fue sumamente
interesante escuchar a Lilian (la guía) que con una gran pasión por la historia
me hizo entender cómo se fueron dando los hechos de colonización que llevaron a
formar lo que hoy conocemos como Tierra del Fuego.
Por miles de años, antes de la
llegada de los primeros navegantes europeos, Tierra del Fuego fue habitada por
cazadores recolectores que organizaron su modo de vida entorno a la cacería de
guanacos y ocasionales visitas a la costa.
Las familias se distribuían en
territorios denominados “Harwens”, donde establecían sus campamentos y
realizaban las actividades necesarias para la subsistencia.
La cosmovisión de este grupo
humano, concebía la región de la cabecera del Lago Kami y del Cerro Jeujepén,
como centro de su mundo espiritual.
El primer contacto con los
europeos fue en 1580, cuando Pedro Sarmiento de Gamboa llega a la costa
occidental de la isla.
Entre los siglos XVIII y XIX
llegaron otros exploradores y naturalistas como Cook y Darwin. Y así fueron
llegando cada vez más europeos a establecerse, instalando estancias,
aserraderos, etc.
Fue a partir de ese encuentro de
culturas que se inició una pronta desarticulación de la cultura Selk-nam.
Se adueñaron de su territorio,
les prohibieron sus creencias, su lengua, y hasta en muchas ocasiones los
masacraron.
Así fue como de 5000 habitantes,
en tan sólo 15 años quedaron apenas 500, hasta desaparecer casi por completo a
mediados de los ´60.
La actividad maderera y
estanciera de la zona fueron los precedentes de la comunidad de Tolhuin que
hicieron establecerse en la zona alrededor de 150 familias hasta que en 1972 se
fundó el pueblo, el cual crece enormemente año a año.
A la salida del museo caminé por
la orilla del lago, me mojé las manos en las frías aguas y conocí al dueño del
peculiar camping Hain, quien me regaló una talla en madera con mi nombre.
Ushuaia: Y continue
manejando por la hermosísima ruta 3 que en Tierra del fuego está rodeada de
bosques y montañas donde habitan gran número de animales como los guanacos y ls
zorros que hasta se cruzan en el camino.
Curva y contracurva mientras se
bordea los impresionantes cerros como el Olivia y el Castor, con sus puntas
blancas ya que había nevado unos días antes de mi llegada. Vistas increíbles de
ríos que descienden con gran fuerza o
lagos de agua cristalina como el “escondido” donde se encuentra el Paso
Garibaldi a 430 m de altura y conecta a Ushuaia con el resto del país.
Y así llegue a la ciudad más
austral del mundo que me recibió con un sol brillante y el viento en calma.
Ushuaia significa “Bahía que
penetra hacia el poniente” en Yamana, la lengua de los antiguos aborígenes.
Establecida en 1990, funciona
como capital de Tierra del Fuego, Antartida Argentina e Islas del Atlántico
Sur, siendo la provincia más joven del país.
Apenas arribada manejé por la
costanera hasta llegar al puerto.
Ubicado en plena zona céntrica,
desde allí se aprecia una vista increíble de la bahía y de toda la ciudad
rodeada por montañas nevadas.
Realmente es de los lugares más
increíbles que he conocido y así lo demuestran el gran número de turistas que
llegan de todas partes del mundo y quedan deslumbrados con tanta belleza.
A pesar de que la visité casi en
verano, el clima es sumamente cambiante aquí.
El sol pega muy fuerte y cuando
se levanta el viento patagónico te congela hasta ls huesos.
El día y la noche también son
relativos, dependiendo de la época del año en la que se la visite.
En los días que yo estuve, al ser
verano, comenzaba a oscurecer a las 23 horas, y a las 3 am volvía a aclararse
nuevamente el cielo.
Esa primer noche, me fui a dormir
con una vista maravillosa de la bahía, y la Charrúa estacionada frente al
puerto.
Tempranito al otro día y gracias
a la cortesía de Margarita, la dueña de “Tres Marias”, me fui a navegar en un
velero por el canal de Beagle. Disfruté de 4 horas increíbles en contacto con
la naturaleza, paisajes únicos en compañía de lobos marinos y aves de la zona
como los cormoranes a los que vi anidar.
La excursión también incluía una
caminata por la isla H (la más al sur de Argentina) donde me maraville
observando la flora que crece con sacrificio dándole batalla a las duras
inclemencias del clima.
Los antiguos Yamanas navegaban
por estas aguas en precarias canoas, y dejaron sus rastros donde se asentaban,
formando las “marisqueras” (metros de cáscaras de mejillones y cenizas) que hoy
delatan su paso por el lugar.
A la tarde recorrí el Glaciar
Martial. Ubicado a tan sólo 7 km del centro, se puede acceder a él mediante
aerosillas o haciendo trecking por la ladera del cerro.
El paisaje es hermoso, pero el
glaciar no era como me lo había imaginado. No sé si por la época del año o qué,
pero no vi hielo, sí mucha nieve y ríos que bajan a gran velcidad por la
ladera.
El Parque Nacional Tierra del
Fuego es otro de los grande atractivos de la región.
Con 36.000 hás en medio de
bosques de lengas, ñires y guindos, ofrece senderos con distintos grados de
dificultad para caminar en contacto con la naturaleza disfrutando de paisajes
deslumbrantes entre ríos, lagos y cerros. También tiene varias zonas de
campings libres y organizados para los que quieren pasar la noche allí.
Como no podía ser de otra manera
la Charrúa y yo descansamos a orillas del Lago Roca. Fue una experiencia única
en la soledad del entorno, dónde hasta los zorros se me acercaban buscando que
les diera comida.
Me abrigué bien y recorrí todo el
parque caminando por los senderos entre las lengas, los turbales, los lagos y
las castoreras, grabando en mi memoria cada una de las imágenes.
Dentro del parque también se
encuentra el fin de la ruta 3, la misma que vengo haciendo hace miles de
kilómetros y donde está el cartel que indica la distancia desde Ushuaia a
Alaska.
El tren del fin del mundo tiene
su estación poco antes de ingresar al parque, a orillas del Río Pipo. Fue
conocido como “el tren de los presos” porque partía de Ushuaia con los reclusos de
mejor conducta que tenían un rato de “libertad” y talaban lengas para
calefaccionar el presidio y el resto de la población. Hoy con un recorrido
turístico que ingresa al parque nacional y avanza por el cañadón del Toro hasta
la cascada Macarena.
Estando en “El Fin del Mundo”
cumplí los 3 meses desde mi partida y 13.250 km recorridos.
He visto paisajes soñados que
quedaron plasmados en mi retina, he vivido mil anécdotas, he conocido cientos
de personas… Doy gracias por todo eso, y sin duda alguna, el “cúlo del mundo”
es uno de mis preferidos a pesar del frío.
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