Según cuenta la leyenda, la historia de la virgen de las Lajas, se remonta a mediados del siglo XVIII, cuando una india descendiente de antiguos caciques pasaba por allí cargando sobre sus espaldas (siguiendo la costumbre andina) a su pequeña hija que era sordomuda de nacimiento.
Al llegar a la cueva del Pastarán, se detiene para descansar. La niña entonces se desliza suavemente de la madre y empieza a trepar por las lajas. De pronto María escucha que su hija le habla: “Mamita, vea a esta mestiza que se ha despeñado con un mesticito en los brazos y dos mestizos a los lados”. Desconcertada, no atina sino a coger a la niña y huir del lugar.
Al llegar a casa de la familia Torresano, sus antiguos patrones, cuenta lo ocurrido, pero no hay quien le crea. De regreso a su pueblo, cuando se aproxima nuevamente a la famosa cueva, los temores le comienzan a asaltar. Al llegar a su entrada, se detiene titubeante. Y con más fuerza la niña volvió a hablar: “¡Mamita, la mestiza me llama!” Nueva impresión, nueva carrera, nueva incógnita… ¿qué hay realmente en esa cueva?
Tan pronto como llegó a Potosí, contó lo ocurrido. La noticia corrió de boca en boca, los vecinos se congregaron en la casa de María, todos querían conocer directamente los pormenores del hecho. Mientras tanto, en medio del alboroto, Rosita desapareció. Apenas se dieron cuenta de la ausencia de la niña, se la buscó en vano por todas partes. ¿Adónde habría ido la niña? No había otra explicación: la niña había acudido ciertamente al llamado de “la mestiza”.
Hacia allá se trasladó también María en busca de su hija y allí se encontró con un maravilloso espectáculo: “Al llegar a la cueva vio sin sorpresa a su hija arrodillada a los pies de la Mestiza, jugando cariñosa y familiarmente con el rubio Mesticito” que se había desprendido de los brazos de su Madre.
Hacia allá se trasladó también María en busca de su hija y allí se encontró con un maravilloso espectáculo: “Al llegar a la cueva vio sin sorpresa a su hija arrodillada a los pies de la Mestiza, jugando cariñosa y familiarmente con el rubio Mesticito” que se había desprendido de los brazos de su Madre.
Y a partir de ese momento empezó a adorarse en ese lugar a la virgen, construyéndose allí la primer capilla.
Hoy, es una magnifica edificación en color piedra gris de estilo Neogótico, que impacta por su belleza y esas enormes arcos que cruzan sobre el río, uniendo un lado y otro del cañón.
En un lugar único, verde y entre montañas, con el ruido del agua del río que corre por el cañón y una pequeña cascada que cae hacia el río como un velo de novia....
Realmente un lugar hermoso, en el que uno puede conectarse con la naturaleza y su ser más interno, más allá de las creencias religiosas que se tenga.
En ese paisaje nos detuvimos con la charrúa y pasamos 2 hermosos días, en companía de otros viajeros del camino con los que compartimos la estadía.
La magia del viaje me sorprende una y otra vez, permitiendo encontrarme a mi misma, sintonizar y armonizarme con lo que me rodea. Santuario de Lajas, una experiencia hermosa!
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