Y si se preguntan... ¿Cómo empezó todo esto? Aquí les cuento!

A pesar de que muchos opinan que es una locura, desde que tengo memoria, el sueño de dar la vuelta al mundo por tierra me da vueltas en la cabeza.
En mis 32 años, he intentando tener la vida que la sociedad normalmente indica (estudios, trabajo, vivir a diario buscando una estabilidad económica, etc ), aunque cada oportunidad que mi espíritu aventurero tuvo de salir afuera, se aferró a él con todas las fuerzas. Gracias a eso conocí varios países y tuve la oportunidad de compartir de cerca las vivencias de otras culturas, como por ejemplo la árabe y la de los aborígenes Tobas.
A pesar de eso, tenía ese pendiente en la lista de cosas que quería hacer en mi vida, pero un poco el miedo y la incertidumbre de dejar toda la estabilidad que la vida cotidiana da, me hacía postergarlo para más adelante...esperando que algún día llegara el momento.
Creo que uno siempre posterga las cosas, suponiendo que va a tener tiempo de hacerlas, pero no nos damos cuenta de lo efímero de la vida.
Así fue que pasé una situación que me puso de frente con esa realidad, y me di cuenta que en un segundo todo podía cambiar.
En esos minutos críticos me pasaron mil cosas por la mente, entre ellas el por qué seguir postergando las cosas que realmente quería hacer. ¿Qué me lo impedía?
Ni tan joven, ni tan vieja,  con la experiencia justa, sin ataduras y la salud necesaria: todo me indicaba que había llegado el momento. Entonces comencé a planificar este sueño, a dar los pasos día a día que me llevaran más cerca de alcanzarlo.
No es una decisión sencilla, porque una "locura" de estas características requiere desapegarse de todo lo que la vida cotidiana implica, la comodidad de una casa, la estabilidad de un trabajo y el cariño de la familia y amigos, que si bien no se pierden, no es lo mismo a la distancia.
La idea de viajar por tierra alrededor del mundo, tiene la particularidad que de esa manera uno va generando otro tipo de vínculos con cada lugar, estableciendo lazos con las personas que encuentra en el camino, y fundamentalmente, conviviendo y experimentando cada cultura. Por todo eso yo quería hacerlo de esa manera, para conocer a fondo todo el planeta, más allá de la consciencia de las dificultades que el camino me podía deparar.
A su vez, quería no sólo viajar con el simple cometido de hacer mi sueño realidad, sino que quería marcar una diferencia dejando algo en cada persona que se cruzara en mi camino, y atesorando todo el bagaje de experiencia y vivencias que ellos  me regalaran.
Así surgió el proyecto “Se hace camino al andar”, nombre que le dimos a esta travesía.
Dado que soy mujer y las otras aventureras que se embarcaron en un comienzo conmigo también lo son, decidimos aportar nuestro granito de arena para cambiar la realidad que sufren miles de mujeres al año en todo el mundo, viéndose afectadas por el cáncer de mama.
El hecho de que Uruguay estuviera en los primeros puestos en el mundo con este problema, reafirmó que ésta fuera nuestra causa, para ayudar a sensibilizar y concientizar a la población en lo que es la prevención y la detección a tiempo de esta enfermedad.
Como medio de convocar a la mayor cantidad de personas posible en las principales ciudades que visitáramos, armamos un cronograma de actividades a realizarse. Las mismas fueron pensadas tratando de incluir a la mayor población posible, haciéndolas participativas tanto para hombres como para mujeres, sin importar la edad o clase social a la que pertenecieran.
Aprovechando mi preparación como profesora de educación física, organizamos los “Fitness Day” (clases de gimnasia aeróbica abiertas y gratuitas) y las correcaminatas, como medio de cumplir nuestro objetivo de difundir la causa.
Teníamos que determinar el recorrido previsto a realizar. Dedicamos meses a estudiar la geografía de los distintos países, averiguar sobre las rutas, los peligros, los trámites migratorios y sanitarios, etc .  Así nos hicimos un croquis de la ruta que queríamos hacer, siempre sujeta a cambios del momento, ya que los imprevistos siempre están a la orden del día.
Con el proyecto escrito, lo presentamos en los Ministerios de Turismo y Deporte, y el de Salud Pública de Uruguay, los que lo declararon de interés.
Había llegado el momento de ponerse  “manos a la obra” y ajustar los detalles de coordinación y preparación del viaje.
Faltaba el vehículo!!!! Después de meses de averiguaciones para saber cuál era el adecuado dentro de nuestras posibilidades económicas, finalmente nos decidimos por la Renault Trafic nafta (dado que el diésel no es bueno en todos los países, además de ser más difícil de arreglar). De marca internacionalmente conocida, mecánica sencilla y repuestos baratos la hacían la indicada.
Vendí mi auto y con eso compré a “La Charrúa”, quién sería nuestra compañera de ruta.
Del año 96 y con miles de kilómetros encima, había que hacerle prácticamente la reconstrucción total para dejarla a punto para el viaje! Arreglado el motor, los frenos, amortiguadores y unas cuantas cosas más (en lo que se me fueron gran parte de mis ahorros), estaba mecánicamente lista.
Tocaba el turno del acondicionamiento interior. La idea era que tuviera las comodidades básicas para evitar los gastos en hotel, y transformarse en nuestro hogar y refugio el tiempo que anduviéramos en el camino.
Me dispuse entonces a tomar medidas del espacio con el que contaba, y en base a eso diseñar lo que sería mi motorhome. Difícil tarea, ya que no era muy grande y sí eran muchas las cosas de las que no podíamos prescindir!
Con ayuda de mi tío Rodolfo, quien desde el primer momento  dedicó horas de trabajo para construirla, empezamos a armar las estructuras internas.
Durante casi 2 meses trabajamos duro en ella,  dedicándole jornadas interminables  para poder llegar con los tiempos.
Finalmente quedó lista! Cama, baño con ducha, placarcitos para la ropa, alacena para la comida y por sobre todo el amor de haberla hecho con nuestras propias manos.
Ya casi en la fecha que habíamos destinado para el comienzo del viaje, sólo faltaba dar los pasos finales.
Arme cajas con lo poco que quería conservar, y todo las demás cosas las puse a la venta, ya que no tenía sentido guardarlas para el regreso: estaba por emprender un viaje sin tiempos y sin ataduras a cosas materiales.
Con mi casa totalmente desarmada, y algunas cajas por llevar a la casa de mi madre, caí en la cuenta que ya no había vuelta atrás…estaba a días de iniciar esa aventura tan esperada y todo lo que había planificado e imaginado años atrás se comenzaba a palpar.
Después de 2 años de organizar, prever lo imprevisible y estudiar el recorrido, finalmente llegó el día... y ya casi estoy por cumplir un año de andar por las RUTAS DEL MUNDO...

Carolina.














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