El Calafate: 06/12/13
Salida de la ciudad de Puerto Natales al sur de Chile, maneje unas cuantas
horas pasando por Rio Turbio y Esperanza hasta llegar a El Calafate. Caía la
tarde pero la temperatura era agradable, ya se notaba que el frío de Tierra del
Fuego había quedado atrás.
El Calafate es una villa
turística muy bien preparada, siendo la puerta de entrada al Parque Nacional
los Glaciares.
Su calle principal “San Martín”
está repleta de negocios, restaurantes y agencias de turismo, de los que entran
y salen extranjeros de todas partes del mundo.
La historia de la ciudad se
remonta a principios del siglo XX, cuando llegaban los carreteros con sus
cargamentos de lana y hacían aquí una parada en el camino.
Pero pronto creció, y lo sigue
haciendo gracias a su principal atracción: el Glaciar Perito Moreno.
Y hasta allí llegué con la Charrúa.
A tan sólo 80 km de la ciudad se encuentra este gigante.
La sensación de estar frente a él
me dejó sin palabras. Es imposible describir lo que sentí al ver ese lento
gigante de hielo. Miles de años atrás (en la era del hielo), gran parte del
parque nacional estuvo cubierto por glaciares. En su avance, estos ríos de
hielo erosionaron y dieron forma al paisaje, excavando en la montaña amplios
valles de laderas abruptas. Al mismo tiempo, como gigantescas topadoras, fueron
fragmentando y arrastrando gran cantidad de rocas, que se acumularon en el
frente y en los flancos del glaciar, formando montículos denominados morrenas.
Pero un posterior cambio climático que incluía un aumento en la temperatura,
causó la reducción de la superficie ocupada por el hielo, hasta alcanzar su
estado actual.
Los fondos de los valles fueron
ocupados por grandes lagos de aguas lechosas (aspecto otorgado por las finas
partículas en suspensión que le dan el color verde al agua), y sus laderas se
cubrieron con frondosos bosques.
Hoy en día, el gigante blanco
tiene casi 5 km de extensión y 60 m de altura sobre el nivel del lago.
Estuve horas mirando desde las
distintas pasarelas que te permiten tenerlo cerca, casi que tocarlo, o mirarlo
desde arriba para contemplar su inmensidad.
Sin poder sacarle los ojos de
encima, apreciando sus grietas, sus colores del blanco al celeste azulado y
escuchando cada poco el crujir de sus rupturas, se me paso todo el día.
Fue una experiencia única y una
sensación que sólo la da el estar en contacto con él.
El Chaltén: 8/12/13
Ubicado a 220km de el Calafate, y dentro del Parque Nacional los Glaciares, se
encuentra este pequeño poblado, considerado la capital nacional del Trekking.
Es una villa de tan sólo 1000
habitantes, situado en un valle formado por los ríos Fitz Roy y De la Vuelta,
al pie del monte Fitz Roy (3405m) o Chaltén para los aborígenes, cuyas puntas
afiladas se ven desde todos los rincones del pueblo y también desde la ruta 40.
El Fitz Roy marca el límite con
Chile, junto con el cerro Torre, y tiene la fama de ser una montaña muy difícil
de escalar, por sus pronunciadas paredes verticales.
El Chaltén parece un pueblito
encantado rodeado de paredones rocosos, y a él llegan miles de turistas al año.
Todos a escalar o a hacer
trekking en sus variados senderos con distintos grados de dificultad.
Como iba a estar sólo un día y
tenia que aprovecharlo, tomé coraje y realicé uno de los más largos y sin
escalas. 12 kilometros de caminata de ida, rodeada por bosques y montañas,
entre subidas empinadas y lagos hermosos como el Capri, (donde algunos acampan
para pasar la noche) hasta llegar a Laguna de los Tres.
Alli se disfruta de una increíble
vista del monte Fitz Roy y de una de las lagunas azules que lo refleja en sus
aguas heladas. En esas mismas aguas congeladas algunos valientes osaron darse
un baño mas que refrescante, para festejar por la emoción de estar en tan
increíble lugar.
Y mientras observaba a esos locos
que nadaban entre el hielo, conoci a 2 chicas chilenas que también miraban
desconcertadas el espectáculo.
Claudia y Alejandra, de
Concepcion, con ellas charlamos y nos quedamos unas horas admirando el paisaje
antes de emprender el retorno de otras 4 horas de caminata. Al llegar, ya tarde
y con mucha hambre, me invitaron a disfrutar junto a ellas de una merecida cena
en uno de los restaurantes del lugar.
Cueva de las manos: Maneje
todo un día por la ruta 40 que se encontraba en bastante mal estado. Cientos de
kilómetros de ripio hasta detenerme en el paraje de Bajo Caracoles a pasar la
noche.
Apenas una decena de casas,
busque la comisaria para preguntar sobre un lugar seguro donde dormir, pero
para mi sorpresa: Hasta la comisaria estaba cerrada!
Avance un poco por la callecita
apenas iluminada y me detuve a hacerle la consulta a el único hombre que
caminaba a esas horas de la noche. De inmediato me dijo que lo siguiera, que
estacionara mi camioneta en el fondo de su casa. Por un momento lo dude: quien
me aseguraba que no sería un depravado y que haría yo en su casa….pero volvi a
mi y me dejé fluir, a confiar Carolina, A confiar!
Lo segui por las callecitas y
después de ingresar en un par de recovecos llegamos a su casa. Me preocupaba el
hecho de que ante una emergencia no tenia modo de salir rápido del lugar, pero
bueno…una vez mas me entregue al destino y a confiar…
Me ofreció cenar en su casa, pero
preferí irme a dormir, por estas cosas que a uno le da un poquito de miedo
estar expuesta frente a un desconocido.
A las 9 de la mañana del otro día
me golpean la puerta de la camioneta: Uruguaya! Salen unos mates?
Y ahí si ya a la luz del día
desayunamos y charlamos de la vida en el lugar. Me contó que su familia vive en
Perito Moreno, una ciudad a mas de 100km de Bajo Caracoles. Él es quien se
encarga de abastecer de energía al poblado, cargando los tanques de gas oil de
los generadores a diario. Aunque cuesta estar un poco lejos y extraña a su
familia, cada tanto viaja su señora o sus niñas a visitarlo, y con lo que gana
de a poco va construyendo unas cabañas para alquilar en su ciudad y darle un
mejor futuro a su familia.
Despues del desayuno parti rumbo
a las Cuevas de las manos. Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco
y ubicadas a poco más de 50 km de Bajo Caracoles.
Es un inmenso cañadón oradado en
la época glaciar, donde hoy corre el Río Pinturas, y donde hay un hermoso valle
verde habitado por guanacos.
Este valle fue elegido por los
pueblos originarios nómades para vivir temporalmente (durante el verano) hac miles
de años atrás. Y en sus cuevas y alerones de rocas nos dejaron sus huellas. Las
pinturas tienen más de 10.000 años y fueron realizadas por los primeros
habitantes de la Patagonia. Con colores rojos, negros, blancos y amarillos
dejaron estampadas cientas de manos, dibujos de animales (ñandúes, guanacos y
felinos) y hombres que nos cuentan su manera de vivir.
Los temas corresponden a tres
períodos, en el más antiguo hay pinturas de caza, en el intermedio destacan las
manos y en el último el acento esta en las figuras geométricas.
Continué el camino volviendo a
tomar la ruta 40 pasando por la ciudad de Perito Moreno y unos cuantos cientos
de kilómetros mas hasta llegar a Esquel.
Entre cerros y montañas se
encuentra esta atractiva ciudad visitada principalmente en invierno, dado que
en las laderas de sus cerros se encuentran importantes centros de esquí.
También cuenta con “la trochita”,
como es llamado el antiguo tren que con
su locomotora y vagones del siglo pasado aún lleva a los turistas que desean
ser transportados al pasado a recorrer las vías con destino a Nahuel Pan
(trayecto corto) y El Maiten (trayecto largo).
El Bolson: Ubicado a unos
200km de Bariloche se encuentra este poblado cuya principal atracción son los
variados senderos de trecking que ofrece a lo amantes del deporte aventura, en
convivencia con la naturaleza y rodeados de bosques, lagos y un paisaje
espectacular. Es uno de los lugares que viven por y para el turismo nacional y
extranjero, lo que le da ese encanto particular.
Los senderos prsentan variada
dificultad, incluso algunos de más de un día de caminata y con refugios donde
parar para pasar la noche.
El cerro de la cruz o “Cerro
amigo”, a tan sólo 2 km del centro es un buen lugar para quien no desea caminar
demasiado y desde donde se puede observar toda la ciudad.
Al compás de los tambores que
sonaban frente a la plaza principal, salí a recorrer el centro y allí conoci a
“Mari”.
En estos sitios tan turísticos y
más realizando un viaje de las características del mio, es común interactuar
con gente que uno va encontrando en el camino.
Y así se dio que me crucé con un
grupo de jóvenes que al observar uno de los parches que le voy colocando a mi
mochila de los lugares que visito, se detuvieron a preguntarme si era de
Ushuaia.
Charla va, charla viene, les
conté de mi travesía y que al otro día seguiría viaje hasta Bariloche.
Automáticamente, Mari, de Bahia
Blanca, me contó que había estado trabajando 9 meses en Ushuaia, y que ahora
viajaba como mochilera para llegar a visitar a sus amigos de San Martin de los
Andes.
Pregunta siguiente, me pidió si
podía acercarla.
Pasé la noche en el Bolsón y al
otro día temprano pase a levantarla por el camping en el que estaba y nos
fuimos a la base del cerro Piltriquitron.
Dejamos la charrúa en la carretera
con la esperanza de que alguien nos llevara a dedo los 10 km de ascenso hasta
el centro de visitantes del Bosque Tallado.
Dada la hora (casi mediodía) y el
intenso calor, no tuvimos más remedio que empezar el ascenso caminando… después
de 2 horas y media de dura caminata y agotadas llegamos al fin del camino.
Todavía faltaba continuar subiendo unos empinados 1000 metros más hasta llegar al bosque tallado.
Este bosque fue quemado casi
completamente en un incendio hace varios años atrás, pero la creatividad de
artistas que fueron convocados para tallar sus quemadas maderas lo
transformaron nuevamente en un atractivo turístico.
El lugar y el paisaje es
realmente hermoso, pero me esperaba algo más especial. Quizás fuera el
cansancio de la tortuosa caminata al sol, lo que no me dejó apreciar la belleza
de su arte.
Después de recorrerlo y descansar
un poco de la caminata, descendimos hasta la Charrúa que nos esperaba a orillas
de la ruta para emprender viaje hacia Bariloche.
Bariloche: Llegamos en la
noche luego de sortear unos imprevistos mecánicos, y de buscar sin encontrar el
Camping “Ser” que me habían recomendado Serrana y Mario (de Uruguay por el
Mundo) para dejar allí la camioneta durante los días que estuviera en Uruguay
por las fiestas.
Decidimos entonces con Maria
pasar la noche en la ciudad de Bariloche. Al otro día en la mañana caminamos
por la costanera hasta encontrar la famosa plaza que sale en todas las fotos de
Bariloche, rodeada de edificios de piedra con techo a dos aguas de madera. Alli
nos sacamos unas fotos con los San Bernardo y cruzamos a ver unas competencias
de deportes náuticos que se desarrollaban en el lago Nahuel Huapi.
Pasado el mediodía retomamos la
carretera de los 7 lagos rumbo a San Martin de los Andes.
Dicen que esta ruta hay que
conocerla en las distintas épocas del año, porque cada una tiene su magia
especial. Y realmente así es….hacia muchos años yo la había visitado en
invierno, pintada de blanco, y ahora me sorprendio colorida por los lupinos florecidos que la
teñian de rosa y violeta, en contraste con el verde de los bosques.
Realmente un paisaje maravilloso
el de los 7 lagos, cada uno con sus aguas cristalinas en un marco natural
único.
Nos detuvimos en Villa la
Angostura a disfrutar de su belleza y encanto, realmente una postal…y después
de hacer una última parada en el lago Falkner llegamos a destino.
San Martín de los Andes: A
orillas del lago Lacar se encuentra esta villa cordillerana. Con sus típicas
casas de madera y techo a dos aguas que se tiñen de blanco en el invierno, y
atraen a cientos de turistas que llegan en la temporada de ski a practicar este
deporte en la falda del cerro Chapelco.
En San Martin nos esperaba Raquel
Miranda y Daniel Guardese, amigos de Mari, que recientemente habían dejado los
pagos de Bahia Blanca para vivir en la tranquilidad y seguridad que les ofrece
la Villa.
Una vez más el destino ponía en
mi camino gente maravillosa que em recibió en su casa sin conocerme, y me
brindó todo su cariño y hospitalidad durante mi estadía.
Alli nos quedamos con Maria
unos 4 o5 días en los que los
anfitriones nos llevaron a recorrer los alrededores de la ciudad.
El lago lacar con sus 23 km de
largo y la peculiaridad de ser el único que lleva sus aguas al océano pacífico,
es una de las atracciones principales de San Martin. Rodeado de montañas, rocas
y vegetación, tiene numerosas playas, algunas de arenas y otras de canto
rodado, que hacen de San Martin un lugar concurrido también durante los meses
de verano.
La de Quila Quina y la de
Catrite, a la que fuimos a disfrutar de una tarde hasta la caída del sol.
También recorrimos los miradores
de San Martín que inspiran con sus paisajes. El Arrayán donde se encuentra la
casita de té, con una vista panorámica del Lacar y la ciudad, y el mirador
Bandurrias desde donde se ven los cerros Abanico y Vizcacha.
En San Martín conocí a Inge, una
señora de 84 años cuyo contacto me había pasado Annaliese (San Rafael).
Más de 60 años atrás, Inge había
sido su alumna de Alemán, y con el correr de los años haban forjado una amistad
que se mantuvo a pesar de la distancia.
Inge me recibió en su casa y
compartimos unas horas de charlas entre cuentos y anécdotas del pasado.
Se acercaba la época de las
fiestas y yo ya tenía mi pasaje de ida a Uruguay para pasarlas con mi familia.
Daniel se ofreció a quedarse con
la charrúa durante mi viaje y mientras tanto hacerle las revisaciones mecánicas
pertinentes.
Y así partí en el vía Bariloche
rumbo a Buenos Aires, con la tranquilidad de que mi compañera de viaje estaba
en buenas manos.