GUATAPÉ, Antioquía, Colombia.

Muy cerquita de Medellín, a menos de una hora, nos desviamos de la carretera, hacia Peñol. Avanzamos por hermosos paisajes hasta llegar a un pueblito llamado el Nuevo Peñol. Según cuentan, hace algunas décadas, dicho pueblo estaba localizado en otro sitio, a unos kilómetros, y literalmente fue “hundido”. Construyeron diques para aprovechar la fuerza del agua del río, y así dejaron bajo agua hectáreas y hectáreas que antes eran valles, formando un gran embalse que hoy tiene además gran atractivo turístico. El antiguo pueblo Peñol fue trasladado a este sitio, y el viejo, quedo íntegramente bajo el agua del embalse.
Con gran movimiento turístico dicho pueblito, ya que además está de paso a la ciudad de Guatapé. El Peñol, recibe su nombre por el “Peñol de Guatapé”.
Esta es una gran atracción natural, una enorme piedra, que como un solo bloque parece que emergiera de la tierra, formando un paisaje único. A esto se le suma que desde su cima (a la que se accede subiendo más de 700 escalones, se observa la mejor de las vistas del embalse, donde uno puede tomar real dimensión del tamaño que tiene, y los kilómetros de tierra que fueron hundidas para crear esa represa.
Uno de los paisajes más hermosos que he visto hasta ahora de Colombia. Pensábamos pasar la noche en el mismo Peñol, pero al caer la tarde una nube inundo el espacio, y decidimos bajar a conocer el otro pueblito cercano que figuraba en el mapa: Guatapé.
Y hasta allí nos dirigimos, sin imaginarnos la sorpresa que nos llevaríamos… Jamás había escuchado hablar de este lugar, ni lo había visto en ninguna foto de otros viajeros….
Con sus casitas típicas, todas con zócalos coloridos, y pintados que datan de comienzos del siglo xx. En los zócalos de sus casas, se cuenta la historia del pueblo, de los aborígenes y de la época de la colonización, con imágenes que también se refieren a lo que esa familia se dedica o dedicaba.
Muy tranquilo, con un bellísimo Malecón que da a una de las ramas del embalse que fue construido para generar una gran hidroeléctrica, y el que inundó más de 2000 hectáreas de campo, hoy llamado “mar interior de Antioquia” y desde donde salen embarcaciones para poder recorrerlo. Tirolesa, artesanías y platos típicos. La plaza principal con su típica iglesia y mucha, muchísima gente caminando por sus calles. Según nos explicaban llegamos un fin de semana largo y el pueblo estaba recibiendo muchos turistas.
Nos quedamos allí parqueadas, en la plaza central, desde donde salimos a pasear caminando, y a vender inciensos artesanales para generar dinero.
A la tardecita, y atraído por “la charrúa” se nos acercó a hablar un señor. Argentino, pero establecido en la zona hace más de 30 años…desde que Guatapé era una pequeña población. Oliver nos contó que vivía en una casa barco, “estacionada” a pasos del malecón, y construida totalmente por él. Nos invitó a conocerla y a tomar un “tinto” (café negro colombiano)en su casa. Allí charlamos con él y su amigo colombiano Jorge.  Se pasaron las horas mientras nos contaba historias y anécdotas del pasado, muchas de las cuales incluían al famoso narcotraficante Pablo Escobar, a quien conoció en persona en la década del 80, ya que Guatapé era elegido como destino turístico por Pablo y su gente por la cercanía de Medellín, y  la casa barco de Oliver era la elegida para salir a recorrer el embalse mientras disfrutaban de grandes fiestas abordo.
Esto es lo que disfruto de viajar, de interactuar con la gente y de conocer la historia contada por la gente que la vivió de cerca…Nos despedimos de Guatapé enamoradas del lugar, y con la promesa de regresar.












San Cipriano, una aventura sobre las vias del tren

Dejamos atrás las montañas y la ruta se volvió plana, y el calor se empezó a sentir más y más a medida que nos acercábamos a Cali.
En Cali nos esperaban Sebastián Quintero y Alejandra Ortiz, otros chicos que se habían hospedado en la casa de Yola, y que ahora nos recibían con los brazos abiertos en su ciudad.
Cenamos y nos fuimos a la casa de Sebas, que vive con su mamá. Alli dejamos las cosas y a la charrúa estacionada y partimos al centro a probar unas ricas “choladas” (Una especie de helado, parecido a la raspadilla peruana, hecha de hielo, con escencias dulces, y a su vez le agregan frutas y leche condensada). Muy rico! Vale la pena probarlo!
Al otro dia madrugamos para irnos a pasar el día a San Cipriano. Ubicado a unas 3 horas de Cali, y en el medio de la selva tropical colombiana  en dirección a Buenaventura, se encuentra este paraje. Para llegar dejamos el "carro" estacionado a un lado de la carretera, avanzamos por un puente colgante que atraviesa un rio y en una especie de villa muy humilde de casitas de madera ubicadas a un lado de una via ferrera y habitadas por afrodescendientes, tomamos una “brujita”. 
Las brujitas son un medio de transporte muy precario pero en el único que se puede avanzar para llegar a San Cipriano que esta ubicado Selva adentro. Las brujitas son una especie de plataformas hechas con maderas y con ruedas metálicas que se apoyan en los carriles de la vía. Estas plataformas son impulsadas por una motocicleta que lleva apoyada su rueda trasera en uno de los carriles de la via, y la otra rueda va enganchada a la plataforma. A estas les adosan una especie de bancos de madera sueltos, sin ningún tipo de agarre o cinturón que las asegure. Y asi nos sentamos en estos banquitos y empezamos avanzar a toda velocidad por la via durante unos 20 minutos. Toda una aventura de adrenalina porque cuando se ve a lo lejos que se acerca otra brujita o lo que es peor el propio tren, uno tiene que bajarse a toda velocidad de la brujita, y el conductor de la moto debe de sacarla junto con toda la plataforma de la via antes de que se produzca una colisión.
Así llegamos a San Cipriano, otra comunidad de afrodescendientes, donde se ha instalado una especie de parque nacional, ya que por allí corren las aguas de un rio muy cristalino. La intensa vegetación y el calor húmedo hacían que el camino fuera un tanto intenso y me persiguiera por momentos con el miedo a los insectos y la famosa chikunguña que en esos días era epidemia en Colombia. Caminamos unos 20 minutos y llegamos al rio. Realmente muy hermoso el paisaje, paradisíaco. 
Me hizo acordar a la selva venezolana que visité hace unos años atrás. El agua verde cristalina, que permitía verte los pies por mas profundo que te metieras. Nos zambullimos y refrescamos disfrutando de la soledad del lugar en medio de la naturaleza. El agua bien fresca que mataba el calor sofocante de la zona.
Pasamos el dia y a eso de las 14 hs regresamos a almorzar en uno de los restaurantes que las mujeres de la comunidad han hecho para explotar el turismo. Ya de tardecita el amigo de la brujita nos paso a retirar y a la vuelta conocimos a una parejita de ingleses con los que paramos en el Kilometro 18 a tomar un agua panela. Según nos contaba Sebastian, el km 18 es un sitio al que llegan los caleños para huir del intenso calor, ya que a pesar de quedar muy cerquita de la ciudad, en él uno puede disfrutar del frio. Y esto es realmente literal!! Cuando el calor de Cali no se soporta, uno sube hasta aqui donde la temperatura baja drasticamente dado la altura a la que se encuentra.
A la noche, y ya de regreso en Cali, fuimos a pasar la primera noche de salsa colombiana del viaje. Paramos en una especie de discoteca de salsa, y bailamos hasta mas no poder, con todos los caleños que nos invitaron! 

Pasto y la Laguna La Cocha

El camino de montañas con un color verde intenso que le da la vegetación, nos llevó por caminos muy curvados tipo caracoles que bajan y suben para avanzar sobre la cordillera. Casi 3 horas de andar para hacer 80 kilómetros, y finalmente llegamos a Pasto.
Allí nos esperaba mi amigo Sebastian, a quien había conocido en Ushuaia mientras el recorría Sudamérica en su moto. 
Pasto es una ciudad de unos 400 mil habitantes que queda ubicada en la falda del volcán activo Galeras. Realmente impresiona el tamaño del gigante con un diámetro importante que hace sentir pequeña y desprotegida a la ciudad.
La primera impresión de Pasto, sumada a algunos comentarios de los locales, me hizo sentir la presencia del “miedo” provocado por la situación social de las guerrillas, que dejó la huella muy marcada sobre todo en esta zona, donde aún quedan algunos rastros del tema. No pude evitar empatizar lo difícil de vivir así, esperando y a la expectativa de lo que pueda suceder. 
Independientemente de ello, nosotras disfrutamos el recorrido por la ciudad, al que se sumaron otros amigos de Sebas, y con los que fuimos a festejar el dia internacional de la mujer a la Laguna La Cocha, a unos 20 minutos de Pasto.
Según nos explicaron los chicos en esa parte de la cordillera se dividen las aguas que caen durante las lluvias. Hacia un lado corren por los ríos que desembocan en el atlántico y del otro lado bajan hasta el Pacífico. Un paisaje maravilloso, donde el frío se hace sentir hasta los huesos.
La Laguna esta ubicada en un valle, y tiene un tamaño importante. Canalcitos con puentes que los atraviesan y botecitos de madera para navegarlos. Casitas de madera con techos a dos aguas y sus chimeneas humeantes, la mayoría restaurantes, donde se ofrecen las truchas que se pescan en el lago, o una “panela caliente” con limón y queso fresco para matar al frío.
Nos embarcamos lago adentro en un día de pesca guiados por un amigo de Sebas que pertenece a una comunidad indígena de la zona, y quien nos relataba todas las historias y leyendas del lago, que hablan desde portales interdimensionales, sirenas y hasta monstruos que cuando aparecen indican que alguien va a desaparecer en el lago. Esas historias místicas que se repiten una y otra vez en lugares como este...
Pasamos una jornada increíble intentando pescar las benditas truchas que no querian aparecer…quizás estaban congeladas en el fondo o entre la enorme cantidad de juncos.
Pasamos hermoso y disfrutamos de profundas charlas....
Nada sucede por casualidad en esta vida, y cada una de las personas que me he ido encontrando en el camino han sido por algo. Una vez más me hicieron confirmar que este viaje es un viaje de descubrimiento y crecimiento de mi interior, de mi espiritualidad. En medio de la cena y cuando quisimos acordar todos estábamos hablando el mismo idioma y contando nuestras experiencias, creencias y aprendizajes. 

Me voy una vez mas agradecida a la vida por la oportunidad que me esta dando de conocer gente maravillosa, de poder estar haciendo este camino de autodescubrimiento, y de que me este llevando de la mano.








Santuario Las Lajas

A poquitos kilómetros de la ciudad fronteriza de Ipiales, en la región de Nariño, se encuentra esta maravillosa construcción arquitectónica ubicada en el cañón que forma el Río Guaitara. Fue construida como culto a la virgen Nuestra Señora de  las Lajas.

Según cuenta la leyenda, la historia de la virgen de las Lajas, se remonta a mediados del siglo XVIII, cuando una india descendiente de antiguos caciques pasaba por allí cargando sobre sus espaldas (siguiendo la costumbre andina) a  su pequeña hija que era sordomuda de nacimiento.
 Al llegar a la cueva del Pastarán, se detiene para descansar. La niña entonces se desliza suavemente de la madre y empieza a trepar por las lajas. De pronto María escucha que su hija le habla: “Mamita, vea a esta mestiza que se ha despeñado con un mesticito en los brazos y dos mestizos a los lados”. Desconcertada, no atina sino a coger a la niña y huir del lugar.
Al llegar a casa de la familia Torresano, sus antiguos patrones, cuenta lo ocurrido, pero no hay quien le crea. De regreso a su pueblo, cuando se aproxima nuevamente a la famosa cueva, los temores le comienzan a asaltar. Al llegar a su entrada, se detiene titubeante. Y con más fuerza la niña volvió a hablar: “¡Mamita, la mestiza me llama!” Nueva impresión, nueva carrera, nueva incógnita… ¿qué hay realmente en esa cueva?
Tan pronto como llegó a Potosí, contó lo ocurrido. La noticia corrió de boca en boca, los vecinos se congregaron en la casa de María, todos querían conocer directamente los pormenores del hecho. Mientras tanto, en medio del alboroto, Rosita desapareció. Apenas se dieron cuenta de la ausencia de la niña, se la buscó en vano por todas partes. ¿Adónde habría ido la niña? No había otra explicación: la niña había acudido ciertamente al llamado de “la mestiza”.
Hacia allá se trasladó también María en busca de su hija y allí se encontró con un maravilloso espectáculo: “Al llegar a la cueva vio sin sorpresa a su hija arrodillada a los pies de la Mestiza, jugando cariñosa y familiarmente con el rubio Mesticito”  que se había desprendido de los brazos de su Madre.

Y a partir de ese momento empezó a adorarse en ese lugar a la virgen, construyéndose allí la primer capilla.

Hoy, es una magnifica edificación en color piedra gris de estilo Neogótico, que impacta por su belleza y esas enormes arcos que cruzan sobre el río, uniendo un lado y otro del cañón.
En un lugar único, verde y entre montañas, con el ruido del agua del río que corre por el cañón y una pequeña cascada que cae hacia el río como un velo de novia....
Realmente un lugar hermoso, en el que uno puede conectarse con la naturaleza y su ser más interno, más allá de las creencias religiosas que se tenga.

En ese paisaje nos detuvimos con la charrúa y pasamos 2 hermosos días, en companía de otros viajeros del camino con los que compartimos la estadía.
La magia del viaje me sorprende una y otra vez, permitiendo encontrarme a mi misma, sintonizar y armonizarme con lo que me rodea. Santuario de Lajas, una experiencia hermosa!